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Límite

Chile, 2006

Dirección, guión y montaje: Nicolás Jullian.

Producción: Rodrigo Münchmeyer y Paloma Sáez.

Fotografía: Jorge Pérez de Arce.

Elenco: Ignacio Severín, Remigio Remedy, Adela Secall, Luis Dubó, Sebastián Figueroa, Agustín Bermúdez, Iván Espeche.

90 minutos.



Hay una larga secuencia en la mitad de esta película –afortunadamente la secuencia émbolo del filme-, que demuestra que el director debutante Nicolás Jullian tiene madera para el género policial: cuando la banda delictual comandada por Remigio Remedy se encuentra en un paraje de una carretera de la quinta región con sus colegas trasandinos. Hay en la creciente tensión –graficada en el nervioso personaje de Luis Dubó, quien es "observado" por sus propios fantasmas corporalizados en otros (un policía, un cobrador de peaje)-, la multiplicidad de puntos de vista para hacer tambalear la linealidad narrativa y la puesta en escena, y un montaje nervioso y enérgico que ilustra casi sin palabras el enfrentamiento que está por venir, una capacidad visual que parece sacada de otro filme. Un pedazo de artesanía en la tradición del policial contemporáneo que parece firmado por Steven Soderbergh.



Si Jullian fue capaz de armar una secuencia con este nivel de vigor e intensidad, sólo queda lamentar la banalidad que impregna el resto del metraje: una desinflada cinta policial cuya casi absoluta falta de imaginación para repensarse como filme de género, la deja en un extraño limbo entre el thriller famélico tipo Hallmark y los despistes que ya parecían olvidados en el cine chileno, como los de Valparaíso (Andrade, 1994) o Gente decente (Viereck, 2004).





Puede ser una comparación demasiado impiadosa con una cinta que más que acumular errores o incapacidad, demuestra una ingenuidad aplastante a la hora de asimilar los códigos del género. Pero es que Límite en su propia imperfección revela a su vez un problema mayor: el lamentable acercamiento al policial de los cineastas locales. Resulta sintomático que cada estreno nacional que se asume en estas coordenadas, fracasa estrepitosamente. Como bien apuntó Gonzalo Maza en su crítica a Kiltro , desde el comienzo del sonoro los que hicieron cine de género en Chile fueron extranjeros, y ese dato no es menor porque lo que se aprecia en las cintas del estilo es la ausencia de un ADN que se nutra justamente de la tradición, tal como el impetuoso brebaje que Sebastián Campos hizo con Tres tigres tigres de Raúl Ruiz y de la reestructura expresiva de El Chacal de Nahueltoro, de Miguel Littin, en La sagrada familia.



Parte de estos males –y que Límite ejemplifica muy aplicadamente-, es la falta de ideologización con que se asumen sus códigos. Sin ir más lejos, las cumbres más altas que alcanzó el llamado "cine policial" en el Hollywood clásico, fue cuando un grupo de europeos fugitivos del totalitarismo (la mayoría de cuna expresionista) aterrizaron en Estados Unidos con una furia política que encontró pasto tierno entre las paradojas de la justicia y luego la caza de brujas de Joseph MacCarthy. De esta tensión política el cine negro alcanzó su perfección, y con ello el género de temática criminal nunca más volvió a ser el mismo.